Pasan los torneos, los títulos, las crónicas épicas, los
trofeos, los récords, las historias presentes, pasan las semanas con Nadal al
frente de la clasificación mundial y la hazaña de este chaval de 27 años se va
haciendo de un tamaño que es prácticamente imposible de calificar. Hoy es Río
de Janeiro, ayer fueron Doha y la final del Australian Open, a la que
prácticamente asistió como un espectador por una intensa lesión en la espalda.
Mañana, ¿qué será? Nadie se atreve a aventurar, visto lo visto, colocados en la
situación actual, dónde estará el techo de este gigante del tenis.
Río fue un paseo en barca (valga la metáfora) con un solo
golpe de timón. Es fácil de escribirlo, quizá presuntuoso, pero la realidad es
así de clara. Exceptuando el partido de semifinales contra Pablo Andújar, donde
Nadal tuvo que esforzarse al límite para superar al tenista conquense [26 63 76 (12-10)], el resto
del torneo no tuvo ninguna historia, si bien es cierto que el número 1 no tuvo
que enfrentarse a ningún rival situado por encima del 40 del mundo.
En la final, Dolgopolov, quien había derrotado previamente
–y con más facilidad de la esperada- a Almagro, Fognini o Ferrer, tres de los
rivales que pueden hacerle daño a Nadal en tierra batida, fue un títere en las
manos del tenista mallorquín [63 76 (7-3)]. Rafa hizo y deshizo, no dudó, no se excedió, no
desplegó su mejor tenis ni le hizo falta, no se desgastó al máximo para superar
a un tenista que se entregó a manos de un ganador nato.
Este capítulo suma ya el número 62. Los récords por superar
cada vez quedan más cerca. Que si Vilas consiguió 3 títulos más en tierra
batida -46 por 43 de Nadal-, ¿alguien duda que lo superará?; que si está a 2
trofeos de Sampras y Borg en número total (64 por 62), aunque por delante
tendría a Federer y McEnroe (77), Lendl (94) y Connors (110). Tiempo al tiempo.
Paciencia y confianza. Claves de su éxito.
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