20 de enero de 2014

Fin del sueño

Se acabó. La cuarta ronda del Australian Open devolvió a Bautista y Muguruza a la realidad. Tocó despertar del sueño, una ilusión que se habían ganado y labrado con méritos propios, con excelentes partidos sobre grandes tenistas. El castellonsense con Del Potro o Paire; la hispano-venezolana con Wozniacki o Kanepi. Las historias de ambos transcurrieron paralelas desde el inicio, y tuvieron el mismo final, en el mismo lugar, a la misma altura del recorrido y quizá, por los mismos motivos.


Bautista se entregó a Dimitrov (63 36 62 64). Muguruza a Radwanska (61 63). Los dos preclasificados vencieron a los teóricos rivales más débiles. Sin mucho esfuerzo. Ni el nivel demostrado por Roberto ni el que plasmó en la cancha Garbiñe tuvieron nada que ver con lo visto hasta entonces en este torneo. Grigor y Aga solo tuvieron que esperar a que los españoles se desvanecieran, víctimas del cansancio, de la presión, de los focos, de las horas corriendo en pista...

El balance es, sin duda, positivo. No habían pasado nunca de la segunda ronda en torneos del Grand Slam y ahora se despiden en la cuarta. Aumento significativo, exquisito, ilusionante.

Se les acaba a Bautista y Muguruza el sueño, el sueño de Australia. Pero vendrán nuevos escenarios en los que construir ilusiones renovadas, y ambos deberán confirmar con resultados que no han sido flor de un día -o una semana- sino que florecerán y permanecerán entre los mejores, al calor de las victorias.

Nadal sigue firme
Ni las llagas de la mano, que se van reproduciendo partido a partido, ni el trabajado juego del japonés Kei Nishikori fueron suficientes para desarbolar al número uno del mundo. Nadal tuvo que sufrir más de la cuenta (por las dos citadas cuestiones), pero al final salió airoso del duelo de octavos por 7-6 7-5 7-6.


En cuartos de final se enfrentará a Dimitrov, donde tendrá la oportunidad de vengar la eliminación de Bautista. Los tres duelos previos entre ambos cayeron del lado del mallorquín, aunque en los tres Nadal se dejó un set en el camino. Ahí queda el aviso del búlgaro. 

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