Puede
que este post se haya quedado en agua de borrajas dentro de unas
horas tras su partido ante Errani, y que mi capacidad de predicción
sea la misma que la de un meteorólogo que anuncia sol y hay que
salir paraguas en mano, pero considero que este volverá a ser el
Roland Garros de Serena Williams.
A
la pequeña de las Williams nunca se le ha dado especialmente bien
-comparándolo con su participación en el resto de torneos del Grand
Slam- jugar en París. Sólo (¡quién lo pillara!) lo ha ganado una
vez (2002), marcando el inicio del que ha sido conocido como Serena
Slam, esto es, ganar todos los torneos grandes de manera consecutiva
pero en dos años diferentes. Unas semifinales y cinco cuartos de
final son el resto de sus actuaciones más destacadas sobre Roland
Garros.
Jugar
sobre tierra, con puntos más largos, corriendo más en el fondo de
la pista, no es lo que prefiere Serena, que se siente como pez en el
agua pegando y ganando puntos cortos, sin cansarse mucho. Pero de un
tiempo a esta parte la Williams parece otra. Tan sólo Azarenka ha
sido capaz de frenarla en una final esta temporada, la de Doha. El
resto han sido títulos, ya acumula cinco, incluyendo los de Roma,
Madrid y Charleston, estos tres torneos disputados sobre tierra
batida. La otra mancha de este año fueron los cuartos de final de
Australia, donde cayó contra su compatriota Stephens.
En
esta edición de Roland Garros, Kuznetsova la puso contra las cuerdas
en su anterior partido, en cuartos de final. La número uno del mundo
vio cómo el partido se le podía escapar, le molestaba todo: el viento, el pelo, tener que ir de un lado a otro de la pista detrás de la bola... Pero en ese momento,
cuando antes acostumbraba a dejarse ir, fruto de la desidia de ya
haberlo ganado todo en otra época, algo cambió y se puso a correr,
a pelear, a remontar el encuentro y a firmar su pase a las
semifinales. En ellas, hoy se enfrentará a la italiana Errani, quien ya jugó la final de París el año pasado, pero que siempre ha
salido derrotada sin contemplaciones cuando se ha enfrentado a la
tenista norteamericana, en las cinco ocasiones precedentes.
La
superioridad de Serena Willaims, a sus 31 años, sobre el resto de
jugadoras es indudable. Vive su segunda juventud. Y 10 años después
del Serena Slam no quiere cometer los errores del pasado, los que la
apearon de ser reconocida como la mejor tenista de todos los tiempos,
si ella hubiera querido, porque tenía todos los ingredientes para
lograrlo.
Cuando
ante Kuznetsova despertó la bestia, cuando cogió una coleta de su muñeca y se hizo un moño en el pelo para ponerse a la faena, cuando superó el bache que
hubiera significado su eliminación del torneo, Serena firmó en la
pantalla, con su triunfo, su más que firme candidatura para alzar el
sábado, por segunda vez en su carrera, el trofeo de campeona de
Roland Garros.
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